martes, 28 de abril de 2009

La casa desaparecida por María Andrea Díaz

Hay canciones que a veces hubieras preferido no haber hecho, pero al principio lo decis por comodidad, creo. Esta siempre fue una canción incomoda, la que voy a cantar ahora, fue incomoda cuando la hice, fue un parto a leche cuando tenía treinta y siete años, creo que me llevó treinta y siete años de escribirla y creo que la escribí en una hora. La música ya la tenía ahí media guardada en algún rincón, en algún cajón, y en un momento sucede esto: que no sé exactamente de que se trata, pero creo que tampoco sabemos bien el lugar en el que vivimos de que se trata, pero a lo mejor puede ser una pista para intentar comprenderlo ¿no?. La casa desaparecida"
Fito Paez

Existe un mito dentro la literatura fantástica y el pensamiento antiguo, que prescribe la repetición indeterminada de los sucesos si estos no se viven hasta el final. Entonces la psicología habla de traumas y de búsquedas inconscientes de patrones, quizá para referirse a la dinámica cíclica de erupciones y subibajas, con las que siempre han cortejado ese conjunto de relatos locales que entretejen la historia universal. La Casa Desaparecida, del cantautor argentino Fito Paez, es además del single más político escrito en toda su carrera musical, la radiografía de una época y de las costumbres de un país latinoamericano como cualquier otro, del cual el "artista" siempre hace parte, con sus oligarquías y sus procesos de levantamiento y sumisión, motorizados según parece, por los partidos políticos polares de paso.

Eran las 21:18 horas en altamar del cono sur, cuando el Capitán de Corbeta Guillermo Sánchez –Sabarots, envió el primer gran grupo de embarcaciones a encallar sobre las aguas de Mullet Creeck bajo el plan de ataque Operación Rosario, considerado hoy por algunos historiadores, como el punto de partida de una cadena de deslices, cometidos por las fuerzas armadas durante la guerra por las Malvinas, en un periodo de turbulencia y represión política denominado Proceso de Reorganización Nacional. Como el resto de países vecinos de la época influenciados por la dinámica política intercontinental, Argentina continuaba enfrentando la amenaza del comunismo, que además de proclamar a diestra y siniestra una utópica* igualdad social, (también terrible a su modo, en la medida en que promulgaba otra clase de sometimiento general de la voluntad) saboteaba las causas supremas de la Patria por uno de los modos más subversivos que existe: poniendo en cuestión las certezas de sus dirigentes.

Casi en la misma línea de acción pero por otros medios, década y media después de la caída de la cuarta y última junta militar que había administrado a Argentina desde 1976, luego del derrocamiento del gobierno de derecha peronista, encabezado por María Estela Martínez de Perón en su condición de vicepresidenta tras la muerte de su esposo Juan Domingo Perón, Fito Paez lanza La Casa Desaparecida, en su duodécimo álbum Abre bajo el slogan "pequeña teoría acerca del fin de la razón”, que además de rendir homenaje, de alguna manera, a todos los desaparecidos en defensa de un orgullo y una “bandera enloquecida”, recluidos como presos de un credo político en los centros clandestinos de detención, esboza con titubeo la estructura religiosa que soporta sin discriminación cualquier clase de actividad política, siempre violenta y monoteísta, que tiene su origen en la incertidumbre y en la entrega a una creencia compartida colectivamente, con la que se debe componer si se quiere adherirse a la dinámica de toda interacción social, que a su vez se proyecta como la única puerta de acceso al reconocimiento - quizá a través del otro - de la identidad propia.

Como sucede cuando escuchamos un choque o un tiro a quemarropa, disipador del clima de jaleo de la calle que atravesamos al ritmo de nuestro propio caminar, a pesar de la sencillez de sus acordes, hay que decirlo, los primeros encuentros con esta canción pueden resultar más que turbadores. Y no solo porque quien la cante siga siendo en el fondo un pibe exasperantemente voluble y lleno de contradicciones, si no porque muy a pesar de otros puntos de vista que reivindican la música como un fin en sí mismo, al igual que el performance, el cine, la pintura y otras variaciones, el arte jamás escapa de ser un problema que se embrolla, cae y se pierde en sus propios ardores, desintereses y problemas de intencionalidad. Aquí, lo que nos recuerda La Casa Desaparecida es, aparte de “nuestra nada de la historia universal, de la argentina ensimismada, que contiene enciclopedia de uno mismo”, el problema y la ventaja del trance de un outsider, que no se sabe si es un genio o un desequilibrado por las cosas que piensa y no mide cuando habla, porque eso depende de la acogida o el rechazo que, paradójicamente, reciba de su propia comunidad.

Es aquí donde el mito del hombre moderno, causa de sí mismo, racional o librepensador en el mejor de los casos, queda completamente invalidado frente a otra figura que renuncia a las propias convicciones, cediendo a su necesidad instintiva de afecto. All you need is love, cantaron los Beatles. ¿Tenían razón? Etnográficamente, si la supervivencia está de antemano garantizada, creo que sí. De todas formas, sabemos que Fito vive flipado yendo de aquí para allá con los suyos, como si fuera el Don Quijote de canciones, rumbas de piano y magia, convencido de que los molinos de piedra son los gigantes invencibles, creyéndose el chiste, no sabemos si con amargura, "la ventaja de no pertenecer."

1 comentario:

  1. ¿"...Y es posible que los hijos puedan cambiar lo que hicimos, y la casa nunca más desaparezca ..."?

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